El Cultivo de Alfalfa
La alfalfa es un cultivo forrajero que pertenece a la familia de las leguminosas, de crecimiento perenne con hojas trifoliadas, de una altura entre 60 y 90 cm y de raíces profundas. Se le llama “reina de las forrajeras”, por su gran contenido en proteína (hasta en un 27%). Se le utiliza como alimento básico para diferentes especies de animales. Esta leguminosa presenta varias características que han hecho que su demanda y la superficie sembrada se incrementen año tras año.
- Amplia adaptación a diversos agroecosistemas y climas
- Estabilidad en el rendimiento de forraje casi todo el año.
- Óptima calidad como forraje, por su alto contenido de nutrientes (principalmente proteína) y buena aceptación por el ganado.
- Es de fácil manejo y su cosecha es altamente mecanizada.
- Fija al suelo grandes cantidades de nitrógeno atmosférico, por lo que es un excelente cultivo de rotación.
- Es el cultivo que fija más bióxido de carbono por hectárea por año y el que utiliza menos fertilizante y plaguicidas.
- Fuerte demanda, buen precio y alta relación beneficio-costo.
En el cultivo de la alfalfa, la latitud y altitud no están directamente asociados a su potencial productivo. La temperatura media anual es el principal factor climático que influye en su rendimiento y las localidades con mayor potencial productivo son las presenten 19 °C de temperatura media anual. Las características del suelo también son importantes; este cultivo requiere de suelos profundos con textura franco arenosa a franco arcillosa, en tanto que suelos delgados, arenosos o arcillosos limitan seriamente su rendimiento.
El pH del suelo que no restringe su productividad varía de 6.5 a 7.5; valores menores de 5.8 o mayores de 8.5 deben evitarse ya que obstaculizan la absorción de nutrientes. Otra característica que afecta la productividad de la alfalfa es la salinidad, pues niveles de conductividad eléctrica superiores a 2dS/m, reducen ligeramente su rendimiento y de 7 a 8 dS/m, limitan su productividad en un 50%.
El cultivo de la alfalfa requiere suelos planos y profundos, pues sus raíces pueden alcanzar profundidades de más de 6.0 m, por lo que es indispensable elegir suelos profundos, con buena retención de humedad, excelente drenaje y libre de compactación. Nunca seleccionar suelos con altos niveles freáticos. Una buena preparación de la cama de siembra requiere de un barbecho profundo (30 a 40 cm), y uno o dos pasos de rastra (depende de la textura del suelo y la cantidad y dureza de los terrones que se formaron por el barbecho). Es importante no dejar terrones grandes, para evitar que la semilla quede mal distribuida respecto a su profundidad